Me llamo Wendy, y nací en un pequeño pueblo del norte de México. Fui una de las primeras mujeres en pelear profesionalmente como artista marcial mixta (MMA), en una época en la que las MMA aún estaban estigmatizadas para las mujeres. Tras retirarme, luego de una lesión que puso fin a mi carrera, me convertí en periodista de deportes de combate, intentando abrirme paso en otro campo dominado por hombres.
Pero, a pesar de las incontables peleas dentro de la jaula, la pelea más dura que he enfrentado ha sido fuera del ring, contra el oponente más complicado que he conocido: el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).

Todo comenzó cuando tenía alrededor de 6 años. De niña, me gustaba jugar a no pisar las grietas del piso… o al menos eso creía.
No recuerdo con exactitud la primera vez que escuché la voz de mi TOC, pero sé que se manifestaba como una voz interna masculina que me decía que tenía que hacer las cosas de cierta manera y en momentos específicos, o de lo contrario ocurriría una tragedia. Si pisaba una grieta del suelo, por ejemplo, mi madre podría morir repentinamente, mi hermano podría cortarse los dedos por accidente o nuestra casa podría incendiarse. En resumen, algo terrible le pasaría a alguien que yo amaba.
Aunque no siempre estaba claro qué pasaría (ni por qué), obedecía las órdenes de esa voz… como una prisionera cumpliendo su condena.
En México, la religión dominante es el catolicismo, y yo solía persignarme compulsivamente—no por devoción, sino por miedo. En mi caso, no temía el castigo de Dios; temía el llamado “trastorno de la duda”.
El TOC te hace cuestionarlo todo: desde si cerraste bien la puerta, hasta si, de alguna manera, asesinaste a un ser querido.
En promedio, una persona tiene 4,000 pensamientos al día, y no todos son útiles. Pero hay quienes quedamos atrapados en el umbral de pensamientos aterradores, sin poder escapar.
Para quienes tenemos TOC, la única forma de obtener alivio parece ser a través de compulsiones mentales o físicas, pero esas conductas solo alimentan más al trastorno.
El TOC es como un oponente que podría haber enfrentado en el ring. Si evitas los golpes, es probable que termines recibiendo los más duros, así que lo mejor es enfrentarlos y seguir avanzando. Tal vez recibas un par de cruzados y ganchos en el proceso, pero al hacerlo, podrías lograr conectar un buen volado. Esa es la paradoja de esta pelea: no temas a ser golpeado, porque solo así puedes contraatacar.
A pesar de mi retiro del mundo de las MMA, sigo peleando. Las batallas nunca terminaron.

Todavía recuerdo mi última pelea en el ring: tenía la mandíbula rota en tres partes, aunque aún no lo sabía. Mi oponente conectó otro gancho que me mandó a la lona. En ese momento, ya había perdido la pelea. Solo tenía dos opciones: noquear o rendirme en los últimos segundos.
Era el último round, no solo de esa pelea, sino de mi carrera, como descubriría más tarde. Así que nos enfrascamos en un intercambio de golpes. Cuando sonó la campana, por fin nos separaron. Y aunque mi oponente ganó la pelea, yo me sentí liberada, aliviada por haber enfrentado mis miedos.
Sí, esa fue mi última pelea en la jaula, pero no la última de mi vida. Pasé seis meses en cama, sin poder hablar ni comer alimentos sólidos, recuperándome de una cirugía maxilofacial que reconstruyó la mitad de mi rostro. Los doctores me advirtieron que debía retirarme, y al final, lo hice.
Mi mandíbula estaba rota en tres partes, pero la herida más profunda fue la que nadie podía ver. Pasé años librando una batalla silenciosa contra mi propia mente. Los médicos me dijeron que tendría que volver a aprender a hablar, a comer y hasta a sonreír.
Desde entonces, cada día es una batalla constante. Esta vez, contra mi propia mente. Lucho contra el TOC, el trastorno bipolar, la depresión y otros males que me aquejan. Pero he vencido demasiado en mi vida como para rendirme ahora.
¿Recuerdas que te conté que tuve que volver a aprender a hablar, que ya no podría pelear, que incluso me costaría volver a sonreír? Pues ahora hablo cuando me dijeron que debía quedarme callada, sigo peleando cuando me dijeron que ya no lo haría, y sonrío mientras termino este ensayo que alguna vez me aconsejaron no escribir.
Wendy Arellano es periodista y expeleadora de MMA. Ha escrito sobre deportes de combate, roles de género y sexualidad. Puedes leer su trabajo más reciente en LA Times en Español. No había hablado públicamente sobre su TOC, hasta ahora.